Llegó el tan temido día del maratón. Las semanas previas
han sido un calvario por mi maltrecha rodilla derecha que no me ha dejado
entrenar casi nada. Apenas he podido realizar tiradas largas, una única de 32
kms y otra de 27, y en ambos casos las sensaciones fueron regulares. Doy por
perdido bajar de 3 horas y la duda es si podré bajar mi marca de 3 horas y 10
minutos de hace un par de años.
El sábado decido olvidarme del maratón y por la noche no
preparo ni la bolsa. Gracias a eso duermo sin nervios (aunque a las 6:00 me
despierto sobresaltado, no sé por qué me he acordado de que no he puesto a
cargar el GPS; lo pongo a cargar pero después no consigo dormir bien).
Después de desayunar voy en coche hacia la salida.
Está todo cortado, se nota el atentado de Boston porque este año hay más
policía. Dejo el coche a tomar por saco y me toca andar 15 minutos hasta
la Plaza de Colón donde he quedado con mis sufridos padres para que se queden
con mis cosas. No estoy para regalar esfuerzos, así que voy andando
tranquilamente.
Este año tengo “dorsal premium” y me puedo meter en el
corral 1, el siguiente después de los corredores de élite. Vaya año para
meterme aquí, me encuentro peor que el año anterior y no sé siquiera si podré acabar
(como siempre llevo mis 5 euros encima por si acaso). Hace frío, así que me pongo
entre varios corredores; hay que ver que bien funciona esto del calor humano en el corral...
Veo que están todos los corredores mezclados, los del
maratón, el medio maratón y los 10K. ¿Por qué han decidido hacerlo así? Está
claro que es por dinero, cuanta más gente mejor para la organización, pero ¿por qué mezclamos las pruebas? Los corredores
vamos a diferentes ritmos según la distancia que vamos a hacer y no
tiene sentido que salgamos todos a la vez y revueltos. En esto la
organización no ha acertado para nada.
Antes de la salida un minuto de silencio por las víctimas
de Boston y ejemplar comportamiento de los corredores.
Salimos a las 9:00 y tardo poco en pasar por la línea de
salida (unos escasos 20 segundos). Aun así no se puede correr bien, entre otras
cosas por el poco acierto de mezclar todas las carreras. Voy dosificando y
prestando atención a las señales que me mandan mis rodillas. Paso por el primer
5K a 4:23. Mi idea es ir a 4:20 para asegurarme rebajar mi marca. Por ahora
todo va según lo previsto; los primeros 5K son de subida, por lo que
espero recuperar en la bajada hacia la Casa de Campo.
Me pasan corredores en varios puntos, pero veo que la
mayoría son dorsales de la media maratón. No anima mucho pero me centro en mi
GPS (menos mal que me levanté a cargarlo). Hay que olvidarse del resto. Tengo el globo de las 3 horas a unos 200
metros. Decido no cebarme siguiendo al globo, porque como he dicho no me veo
bien. Bueno, realmente a estas alturas de carrera sí estoy bien, pero sé que el
maratón empieza a partir del kilómetro 30, así que dejo que se vaya alejando el
globo.
Entre el kilómetro 5 y el 10 me adelanta un compañero de
trabajo. Está hecho un bestia y quiere bajar de 3 horas por lo que ni de coña
me planteo seguirle. Nos deseamos suerte y otra vez será. Me paso un par de
kilómetros detrás, pero le veo alejarse poco a poco. Cuando no tienes buenas
piernas, hay que intentar tener al menos buena cabeza.
En el kilómetro 14 veo a mis padres nuevamente. Voy muy
bien físicamente y más ahora que la carrera tiende un poco hacia abajo. Paso
por el kilómetro 15 a 4:16 min/km. Del 5 al 15 los he hecho a 4:12; me anima
bastante ver que voy bien, pero aun así no quiero pensar todavía en la marca final. Queda un mundo.
En el kilómetro 15 cojo agua por primera vez. Ya sé que
hay que beber más, pero soy tipo camello. Un trago corto y a seguir.
Nos acercamos a Sol y la animación es acojonante. Hay
mucho público y hay tramos que parece el Tour de Francia. Es brutal correr por
medio de Madrid con tanta gente. El físico me respeta y, a éstas alturas de
carrera, incluso me permite disfrutar de los ánimos de la gente.
Antes de llegar a la media maratón, subimos por la calle
Ferraz. Se me atragantan un poco sus cuestas y empiezo a pensar
que queda otra media maratón, pero esta vez con más subida que bajada… El paso
por la media es en 1h30m03s. A estas alturas tengo clarísimo que no bajo de las
3 horas y la principal duda es si voy a poder bajar mi record de 3h10m. Sé que
el tío del mazo puede llegar en cualquier momento.
En Príncipe Pío, kilómetro 25, veo a mi mujer y mis
hijos. Los otros sufridores de la maratón. Aquí tengo mi primer avituallamiento
sólido pero no tengo nada de hambre. Mis hijos están entusiasmados y si por
ellos fuera se ven con fuerzas de hacer conmigo los 17 kms que faltan pero con
9 y 7 años no parece viable… Les saludo y les grito "¡voy a ganar!". No sé por
qué sigo insistiendo con esa broma; dejaron de creerlo hace ya muchos
años.
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Llegando a PríncipePío (a la derecha, con medias verdes) |
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Aún con ánimos, ¡voy a ganar! |
Mientras bajamos hacia la Casa de Campo voy abriendo mi
rústico avituallamiento: dos galletas Príncipe de chocolate… no es muy
profesional, pero es lo que tiene ser un corredor popular. Como digo no tengo
hambre pero me fuerzo a comer para no caer más adelante. Tardo como un par de
kilómetros en acabar con las dichosas galletas. Me están secando la boca como
si fueran polvorones. Joder, es que no puedo ni tragar.
Llegamos a un avituallamiento de gel energético pero no
lo cojo porque no sé cómo me va a sentar. Sólo hay algo a lo que tenga más
miedo que al tío del mazo y es a la diarrea. El viento y el fresquito en la
tripa dan suficientes argumentos a una posible diarrea como para alimentarla
más con geles que no he probado previamente.
En la Casa de Campo comienza el maratón de verdad. La
zona es agradable para correr pero no hay prácticamente animación. Sin embargo, no sé si es
por las galletas o porque comienzan a flaquear algunos corredores, pero el caso
es que empiezo a adelantar a varios (entre el km 30 y el 40 gano 76 posiciones;
luego perderé 17 en los dos últimos kms). Incluso en un delirio de grandeza me
veo tipo rodillo con un ritmo estable que me ayuda a ir ganando posiciones.
Saliendo de la Casa de Campo me daré cuenta de que lo del
rodillo era una estupidez ocasionada por el cansancio y que el rodillo se me iba a aplicar a mí. La salida por la estación
de metro de Lago es en una cuesta infernal, con mucho público, que me vuelve a
poner en mi miserable sitio. Mis padres me esperan en esa cuesta, hay que ver
que ganas de morbo, ponerse ahí que es donde voy roto. Me dan mi segundo
avituallamiento. Una barrita de cereales y una ampolla de glucosa que me
regalaron en la media maratón de Madrid. Y es que además de popular, soy un corredor cutre.
Bajamos hacia el río Manzanares. No me apetece comer
nada, creo que las galletas aún no han conseguido siquiera bajar al estómago. Tiro
la barrita pero me quedo la glucosa. Tengo confianza en dejarla para el final y
que me pegue un “subidón”. En el kilómetro 34, por la zona del estadio Vicente
Calderón abro la glucosa, empiezo a notar mucho cansancio. Me quedan 8 kms y no
veo ya necesidad de reservar ese “subidón”.
Tras tomar la glucosa me quedo esperando esa fuerza
repentina que me ayude a salir como un tiro. Lo único que noto realmente es que
es tan dulce que me seca aún más la boca, llego al siguiente avituallamiento
líquido casi como una uva pasa. Joder la glucosa y las galletas me han secado
por completo. ¿Y el “subidón”? No sé, debió de darle a otro, porque lo que es a
mí aún sigo esperándolo.
Llegamos a la calle Segovia y al Paseo Imperial. Estamos
por el kilómetro 37 y voy petado, acaba de llegar mi querido tío del mazo y la
hostia es inminente. Del kilómetro 35 al 40 el ritmo empieza a bajar a pasos
agigantados; hago esos 5 kms a un discreto 4:44 min/km. Hasta el km 35 el ritmo
ha sido de 4:18 de media, pero me acabo de dar una hostia; ni glucosa ni
galletas ni bebida isotónica, de la pájara no me salva ya nadie. Ahora empiezo
a notar la falta de kms de entrenamiento. Si ya sabía yo…
Tengo claro que no bajaré de 3 horas a no ser que haga los últimos 5 kilómetros a menos de 4:00 min/km y las piernas van que como lo intente, se me caen.
Sin embargo, si consigo aguantar un poco más puedo batir mi récord.
Kilómetro 40, en Atocha. Pienso incluso ponerme a andar
un rato pero estoy seguro de batir mi record si no lo hago. Me queda la subida
por Alfonso XII y luego desde la Puerta de Alcalá hasta la entrada del Retiro. Mi
cabeza solo puede hacer un sencillo cálculo: si ando tardaría unos 20 minutos
en llegar y llevo 2 horas y 55 minutos de carrera, hay que seguir corriendo. El resto de neuronas han debido
de quedarse en el asfalto. Eso sí, el ritmo pasa a ser trotón; hago los últimos
2 kms a 5:03.
La gente anima pero ya no puedo gastar energía ni en
devolverles el saludo con la mano…
Llego a Retiro y empiezo a buscar a mis
hijos con la vista para entrar con ellos en meta. He quedado poco antes del km
42 para que hagan conmigo unos 300 metros. Ahí les veo, por dentro de la valla
y esperando como locos para empezar a correr.
Cuando llego a su altura Javi arranca como una fiera y en escasos 10 metros me
quedo atrás. No puedo seguir su ritmo. Ana se mantiene prudentemente a mi lado.
Tengo que hacer parar a Javi y vuelve a mi lado, pero me vuelve a dejar tirado
un poco más adelante. Voy tan roto que el ritmo de mi hijo de 7 años me parece
de africano. Ana gracias a Dios decide seguir a mi ritmo.
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Recogiendo a los niños. Miro a Javi como a un Miura. |
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Lanzados a la meta. Ya no levanto ni las piernas... |
Finalmente entramos en meta: 3 horas 05 minutos 25
segundos (puesto 524 de la general y 144 de categoría Veteranos M35; ya tengo una edad que hay que empezar a mirar estas cosas...). He mejorado mi marca. No se me ha dado mal el 2013, mejor marca en media
maratón y ahora en el maratón. No es un tiempo de escándalo, pero todo lo que sea
mejorar…
Recogemos avituallamientos varios, la medalla y a
reunirme con los sufridores familiares. Y como siempre, el año que viene… pues
seguramente más. Ahora no tengo ganas de nada, pero ¿en 365 días? Seguro
que sí.
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Posando con la medalla y las liebres de los últimos 300 metros ... |
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... y con los auténticos sufridores del maratón. |
Sin palabras... Eres capaz de mejorar tus tiempos aun con la rodilla fastidiada. Me quito el sombrero... Hay que preparar un plan a 10 años a Javi, el futuro Chema Martinez.
ResponderEliminarMuchas gracias Javi. Desde luego si por Javi fuera se habría apuntado ya este año. Al acabar se pasó un rato pensando en cuantos años necesitaba para poder apuntarse!!!
ResponderEliminarQué decirte.....!!!!!!!!
ResponderEliminarEstoy super orgullosa de ti...........aún con lesión, y habiendo tenido que pincharte la semana anterior los músculos para descargarlos un poco, has conseguido mejorar.......
Espero que dejes de ser tan exigente contigo mismo y tan modesto..........y que tú también estés orgulloso de tu hazaña.....
Te queremos!!!!!!!!
Hay que ver que club de fans!!!! No se nota mucho que la familia tira :-)
ResponderEliminarPor cierto gracias a todos los sufridores acompañantes de los runner y por supuesto también a Virginia que pacientemente tuvo que intentar recuperar mi maltrecha pierna a contrarreloj.
¿Has pensado dónde está tu límite?¿O ni tú mismo lo sabes?
ResponderEliminarLos tiempos estos de locura en la media y el maratón no tendrán que ver con los chutes de ibuprofeno para el dolor de rodilla. ¿Sabes si es un producto admitido por la AIAAF?
Eres un machaca. El próximo año a por las 3 horas.
Otra crónica muy buena. Lo cuentas tan bien que con leerla me ahorro la inscripción. De runner a runner, enhorabuena.
ResponderEliminarEl primo segundo del viento.
Me ha encantado!!!!! y definitivamente ERES UN MAQUINÓN!!!!!
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