Por fin acabó el Maratón de Madrid de este año. El “por fin” no es porque no tuviese ganas de correr, es porque las últimas semanas de entrenamiento no estaban siendo las mejores y tenía serias dudas de si me lesionaría antes o conseguiría llegar a la carrera. En resumen, si me había pasado de vueltas o no.
Antes de que se me olviden las sensaciones y que me desaparezcan los dolores de las piernas y sobre todo de la rodilla derecha, que la tengo como si me hubiesen pasado todos los participantes por encima de ella, os dejo la crónica para la posteridad…
Como bien sabéis, el maratón comienza como mínimo el día anterior. Aunque no quieras siempre te da por pensar unos cuantos días antes en la carrera, si te irá bien, mal o regular, empiezas a recordar cómo el año anterior sufriste de lo lindo y te arrastraste los últimos 10 kilómetros, cómo no fui capaz de correr y los últimos kilómetros me tocó andarlos, cómo pensé en retirarme varias veces, etc.
Este año las dudas además se centran en la rodilla derecha, que me lleva doliendo prácticamente el último mes y que me hace dudar de si podré acabar o no. Por eso me guardo un billete de 5 euros en el bolsillo, por si hay que volver en Metro.
La noche anterior no he podido dormir bien. Siempre me pasa lo mismo. ¿Pero porqué, si no me juego nada en esto? Da igual, esa pregunta no tiene respuesta, forma parte del absurdo de correr un día durante 42,195 kilómetros y de entrenar durante 3 meses y medio para llegar lo mejor posible y cuanto antes a la meta ese día. Es mejor no intentar razonarlo…
Salgo de casa pronto hacia la salida. Quiero ir en coche porque si no luego no me veo con fuerzas para volver en transporte público. Además mi mujer y los niños van a ir al kilómetro 25 y luego a la meta, con lo que supongo que estarán cansados y también querrán ir en coche de vuelta a casa.
La salida a las 9:00 en punto. Como siempre tardo uno o dos minutos desde que dan la salida hasta que llego a las alfombrillas de salida. Esto está petado de gente. Además, da igual que pongan carteles orientativos del tiempo para que la gente se sitúe en su sitio aproximado, te pasas un montón de kilómetros intentando adelantar gente que, obviamente, no estaba en su sitio.
La subida por el paseo de la Castellana se hace un poco pestosa precisamente porque todavía no se puede correr bien. Hay mucha gente y hay que sortearla, pero tampoco quiero gastar fuerzas en sprint rápidos para sortearlos porque sé que al final de la carrera no me van a sobrar precisamente. Así llegamos al Santiago Bernabeu; en este momento nos separamos de los corredores que compiten en la carrera de 10K. Es un momento especial; las dos veces que lo he vivido, la gente del 10K aplaude a los que nos vamos por la ruta del maratón. Se agradece.
Veo mi reloj y me doy cuenta que he perdido minuto y medio en los primeros kilómetros porque el ritmo que he tenido que llevar debido a la acumulación de corredores es mucho menor que el que me he marcado como objetivo (4:30 min/km). Poco a poco tendré que ir recuperando, pero muy tranquilamente, que sé que por la Casa de Campo me estará esperando el “hombre del mazo”, que ha acudido puntualmente a las 4 citas anteriores que he tenido con el maratón.
En el kilómetro 10 tomo mi primer trago de agua. No quiero tomar mucha, pero tampoco quedarme seco. Ya no sé que es mejor, y tengo miedo al “muro” del kilómetro 32. Decido volver a tomar agua cada 5 kilómetros, pero solo un trago y tirar el resto de la botella. Tengo que grabármelo en la cabeza: solo un trago.
Voy adelantando poco a poco a los globos que marcan los tiempos. Primero cae el de las 4 horas 30, luego las 4 horas, 3 horas 45, y en el kilómetro 13 consigo adelantar al de las 3 horas 30. Si quiero hacer 3 horas 10 tengo que adelantar al globo de las 3 horas 15, pero no tengo que cebarme en alcanzarlo, que luego los excesos se pagan… y sé que “el tío del mazo” me está esperando y aparecerá tarde o temprano.
Entramos en uno de los tramos más bonitos del recorrido. Calle Preciados, Puerta del Sol y Calle Mayor. Como siempre llenos de gente. Muy animado el tramo, nos hace sentir como auténticos profesionales. Ponemos nuestra mejor cara, que se vea que vamos sobrados…
En el kilómetro 19 atrapo al globo de las 3 horas 15, justo antes de pasar por el túnel del Palacio Real. Que tramo más pestoso. Primero una bajada a muerte y luego una subida de muerte, todo medio a oscuras y con un ambiente súper cargado. No consigo desprenderme del globo hasta un kilómetro después. Espero no volver a verlo, porque eso significa que me pasaría como una apisonadora. Ya no hay más globos que cazar.
Paso por la media maratón. Voy razonablemente bien y un poco por debajo de los 4:30 min/km. Nos queda un mundo, pero me anima pensar que en kilómetro 25 están mi mujer y los niños. Los grandes sufridores de todas las carreras y que además no reciben medalla. Voy por la Avenida de Valladolid. No sé porqué, pero siempre se me hace muy larga. Demasiado. No obstante, estamos llegando a Príncipe Pío. Kilómetro 25 y al fondo están los niños. Hago señales con los brazos para que Cristina, mi mujer, me vea; avisa a los niños y se levantan del suelo. Me paro unos segundos y los veo; están emocionados, si se lo digo se arrancan a correr conmigo. Mi hija Ana incluso se ha entretenido haciendo un dibujo para animarme. Cojo la barrita de chocolate que me da mi mujer y sigo adelante.
Vamos a por la Casa de Campo. Es donde entreno habitualmente, pero recuerdo con horror este tramo del año pasado. Llevo la barrita de chocolate en la mano pero tengo muchas dudas sobre si utilizarla o no. A la altura del Lago de la Casa de Campo (kilómetro 26) decido tomar algo, pero doy un mordisco y las sensaciones no son buenas. Paso de chocolate. No pienso comer nada, porque me está dando mal rollo y tiro la barrita al suelo.
Poco a poco vamos avanzando por la Casa de Campo. En el kilómetro 32 está la salida. Joder que rampa la de salida. Cuidado que vamos muy justos. Veo a un compañero de trabajo. Le saludo y me dice que va jodido. No miente, no hay más que ver su cara. Yo también voy jodido, ¿y quien no? Me dice que hay otro compañero más adelante. Voy a intentar cogerlo.
Bajamos hacia el río Manzanares. Se agradece un poco de descenso, si no fuese porque todo lo que bajemos lo tendremos que volver a subir. El año pasado ya aquí me había visitado la tremenda pájara. Bueno el pasado y los cuatro años que he corrido el maratón. Este año voy mejor, pero las piernas empiezan a dar síntomas de petar. No sé, tengo bastantes dudas. Más bien, estoy acojonado y es que huelo “al tío del mazo”, está cerca.
Cruzamos el Manzanares y en el kilómetro 35 me doy cuenta que esto puede acabar mal. Paso por una ducha a ver si me caen unas gotas y me ayuda un poco. No bajo el ritmo, pero no es porque tenga muchas fuerzas, es porque tengo muchas ganas de llegar. Vamos Ángel, que son 7 miserables kilómetros. Estos te los haces tú todos los días casi sin sudar (bueno, aquí me he dejado llevar por la exageración)
Veo a mi otro compañero de trabajo al fondo, pero me voy acercando muy lentamente. La verdad es que no sé si quiero pillarle o seguir enganchado a su rueda. Bueno, sigamos así unos kilómetros. Por el Paseo de las Acacias cojo a mi compañero. Le pregunto que tal va, y la respuesta es la esperada. Va jodido. Hombre claro y yo también. Es más le digo que he pensado en parar a andar un rato, pero no quiero hacerlo, si lo hago tiro la carrera por la borda. Y el caso es que aunque voy muy jodido sigo con un ritmo de 4:30 min/km. ¡Vamos coño que son 4 kilómetros! pero que 4…
Llegamos a Atocha, kilómetro 39. Me queda la subida a Retiro. Tres kilómetros de infierno. No sé si las piernas me van a dar, porque… ¿sigo teniendo piernas? Ah sí, aquí siguen, y es que yo ya no siento nada. Bueno sí, siento unas ganas de llegar que me muero. Intento no aflojar el ritmo, tengo más ganas de llegar que de aflojar. Pienso, “joder que sudada más tonta que me estoy dando”, pero a esto hemos venido.
Subimos por Alfonso XII. ¿Pero quién coño ha diseñado este circuito? Hay que ser retorcido… Los kilómetros que van del 40 al 41,5 ni los siento. Solo me anima ver que sigo en tiempos de 3 horas y 10 minutos. Y además me están esperando los niños en el parque del Retiro. Hay que llegar corriendo como sea.
A 400 metros de la meta está mi mujer con los niños. Me pregunta si me los llevo hacia la meta y acepto. Van a entrar conmigo en meta. Van emocionados, pero 400 metros para niños de 7 y 5 años son bastantes metros. Además el ritmo de 4:30 min/km es demasiado alto, y veo al pequeño Javi que quiere ir más rápido de lo que dan sus piernas. Hay que aflojar el ritmo o va a terminar por caerse y yo voy como para recogerlos… si alguno se cae, me van a tener que ayudar los de la organización, porque yo llevo las piernas cuadradas.
Para rematar, al pasar por la alfombrilla de tiempos, el speaker de la prueba lee mi nombre y dice: “Aquí llega Jesús Ángel Hernández Redondo”. Mi hija mayor alucina, ¿cómo conocen a mi padre aquí?
Por fin llegamos en 3 horas 10 minutos y 17 segundos. Buen tiempo, he conseguido bajar 22 minutos del año pasado, y lo que me deja más satisfecho es que he mantenido el ritmo desde el principio al final. Estoy roto pero bastante contento. Quizá si pudiera saltar lo haría, pero seguramente las piernas no aguantarían un salto…
Escucho a los niños, “¿van a darte medalla?”. Claro hijos y agua y lo que queramos. Al fin y al cabo, creo que nos lo hemos merecido…
Por cierto, aquí cuelgo los tiempos de paso y la media por kilómetro para que consten, que nunca se sabe si los voy a poder repetir…
Antes de que se me olviden las sensaciones y que me desaparezcan los dolores de las piernas y sobre todo de la rodilla derecha, que la tengo como si me hubiesen pasado todos los participantes por encima de ella, os dejo la crónica para la posteridad…
Como bien sabéis, el maratón comienza como mínimo el día anterior. Aunque no quieras siempre te da por pensar unos cuantos días antes en la carrera, si te irá bien, mal o regular, empiezas a recordar cómo el año anterior sufriste de lo lindo y te arrastraste los últimos 10 kilómetros, cómo no fui capaz de correr y los últimos kilómetros me tocó andarlos, cómo pensé en retirarme varias veces, etc.
Este año las dudas además se centran en la rodilla derecha, que me lleva doliendo prácticamente el último mes y que me hace dudar de si podré acabar o no. Por eso me guardo un billete de 5 euros en el bolsillo, por si hay que volver en Metro.
La noche anterior no he podido dormir bien. Siempre me pasa lo mismo. ¿Pero porqué, si no me juego nada en esto? Da igual, esa pregunta no tiene respuesta, forma parte del absurdo de correr un día durante 42,195 kilómetros y de entrenar durante 3 meses y medio para llegar lo mejor posible y cuanto antes a la meta ese día. Es mejor no intentar razonarlo…
Salgo de casa pronto hacia la salida. Quiero ir en coche porque si no luego no me veo con fuerzas para volver en transporte público. Además mi mujer y los niños van a ir al kilómetro 25 y luego a la meta, con lo que supongo que estarán cansados y también querrán ir en coche de vuelta a casa.
La salida a las 9:00 en punto. Como siempre tardo uno o dos minutos desde que dan la salida hasta que llego a las alfombrillas de salida. Esto está petado de gente. Además, da igual que pongan carteles orientativos del tiempo para que la gente se sitúe en su sitio aproximado, te pasas un montón de kilómetros intentando adelantar gente que, obviamente, no estaba en su sitio.
La subida por el paseo de la Castellana se hace un poco pestosa precisamente porque todavía no se puede correr bien. Hay mucha gente y hay que sortearla, pero tampoco quiero gastar fuerzas en sprint rápidos para sortearlos porque sé que al final de la carrera no me van a sobrar precisamente. Así llegamos al Santiago Bernabeu; en este momento nos separamos de los corredores que compiten en la carrera de 10K. Es un momento especial; las dos veces que lo he vivido, la gente del 10K aplaude a los que nos vamos por la ruta del maratón. Se agradece.
Veo mi reloj y me doy cuenta que he perdido minuto y medio en los primeros kilómetros porque el ritmo que he tenido que llevar debido a la acumulación de corredores es mucho menor que el que me he marcado como objetivo (4:30 min/km). Poco a poco tendré que ir recuperando, pero muy tranquilamente, que sé que por la Casa de Campo me estará esperando el “hombre del mazo”, que ha acudido puntualmente a las 4 citas anteriores que he tenido con el maratón.
En el kilómetro 10 tomo mi primer trago de agua. No quiero tomar mucha, pero tampoco quedarme seco. Ya no sé que es mejor, y tengo miedo al “muro” del kilómetro 32. Decido volver a tomar agua cada 5 kilómetros, pero solo un trago y tirar el resto de la botella. Tengo que grabármelo en la cabeza: solo un trago.
Voy adelantando poco a poco a los globos que marcan los tiempos. Primero cae el de las 4 horas 30, luego las 4 horas, 3 horas 45, y en el kilómetro 13 consigo adelantar al de las 3 horas 30. Si quiero hacer 3 horas 10 tengo que adelantar al globo de las 3 horas 15, pero no tengo que cebarme en alcanzarlo, que luego los excesos se pagan… y sé que “el tío del mazo” me está esperando y aparecerá tarde o temprano.
Entramos en uno de los tramos más bonitos del recorrido. Calle Preciados, Puerta del Sol y Calle Mayor. Como siempre llenos de gente. Muy animado el tramo, nos hace sentir como auténticos profesionales. Ponemos nuestra mejor cara, que se vea que vamos sobrados…
En el kilómetro 19 atrapo al globo de las 3 horas 15, justo antes de pasar por el túnel del Palacio Real. Que tramo más pestoso. Primero una bajada a muerte y luego una subida de muerte, todo medio a oscuras y con un ambiente súper cargado. No consigo desprenderme del globo hasta un kilómetro después. Espero no volver a verlo, porque eso significa que me pasaría como una apisonadora. Ya no hay más globos que cazar.
Paso por la media maratón. Voy razonablemente bien y un poco por debajo de los 4:30 min/km. Nos queda un mundo, pero me anima pensar que en kilómetro 25 están mi mujer y los niños. Los grandes sufridores de todas las carreras y que además no reciben medalla. Voy por la Avenida de Valladolid. No sé porqué, pero siempre se me hace muy larga. Demasiado. No obstante, estamos llegando a Príncipe Pío. Kilómetro 25 y al fondo están los niños. Hago señales con los brazos para que Cristina, mi mujer, me vea; avisa a los niños y se levantan del suelo. Me paro unos segundos y los veo; están emocionados, si se lo digo se arrancan a correr conmigo. Mi hija Ana incluso se ha entretenido haciendo un dibujo para animarme. Cojo la barrita de chocolate que me da mi mujer y sigo adelante.
Vamos a por la Casa de Campo. Es donde entreno habitualmente, pero recuerdo con horror este tramo del año pasado. Llevo la barrita de chocolate en la mano pero tengo muchas dudas sobre si utilizarla o no. A la altura del Lago de la Casa de Campo (kilómetro 26) decido tomar algo, pero doy un mordisco y las sensaciones no son buenas. Paso de chocolate. No pienso comer nada, porque me está dando mal rollo y tiro la barrita al suelo.
Poco a poco vamos avanzando por la Casa de Campo. En el kilómetro 32 está la salida. Joder que rampa la de salida. Cuidado que vamos muy justos. Veo a un compañero de trabajo. Le saludo y me dice que va jodido. No miente, no hay más que ver su cara. Yo también voy jodido, ¿y quien no? Me dice que hay otro compañero más adelante. Voy a intentar cogerlo.
Bajamos hacia el río Manzanares. Se agradece un poco de descenso, si no fuese porque todo lo que bajemos lo tendremos que volver a subir. El año pasado ya aquí me había visitado la tremenda pájara. Bueno el pasado y los cuatro años que he corrido el maratón. Este año voy mejor, pero las piernas empiezan a dar síntomas de petar. No sé, tengo bastantes dudas. Más bien, estoy acojonado y es que huelo “al tío del mazo”, está cerca.
Cruzamos el Manzanares y en el kilómetro 35 me doy cuenta que esto puede acabar mal. Paso por una ducha a ver si me caen unas gotas y me ayuda un poco. No bajo el ritmo, pero no es porque tenga muchas fuerzas, es porque tengo muchas ganas de llegar. Vamos Ángel, que son 7 miserables kilómetros. Estos te los haces tú todos los días casi sin sudar (bueno, aquí me he dejado llevar por la exageración)
Veo a mi otro compañero de trabajo al fondo, pero me voy acercando muy lentamente. La verdad es que no sé si quiero pillarle o seguir enganchado a su rueda. Bueno, sigamos así unos kilómetros. Por el Paseo de las Acacias cojo a mi compañero. Le pregunto que tal va, y la respuesta es la esperada. Va jodido. Hombre claro y yo también. Es más le digo que he pensado en parar a andar un rato, pero no quiero hacerlo, si lo hago tiro la carrera por la borda. Y el caso es que aunque voy muy jodido sigo con un ritmo de 4:30 min/km. ¡Vamos coño que son 4 kilómetros! pero que 4…
Llegamos a Atocha, kilómetro 39. Me queda la subida a Retiro. Tres kilómetros de infierno. No sé si las piernas me van a dar, porque… ¿sigo teniendo piernas? Ah sí, aquí siguen, y es que yo ya no siento nada. Bueno sí, siento unas ganas de llegar que me muero. Intento no aflojar el ritmo, tengo más ganas de llegar que de aflojar. Pienso, “joder que sudada más tonta que me estoy dando”, pero a esto hemos venido.
Subimos por Alfonso XII. ¿Pero quién coño ha diseñado este circuito? Hay que ser retorcido… Los kilómetros que van del 40 al 41,5 ni los siento. Solo me anima ver que sigo en tiempos de 3 horas y 10 minutos. Y además me están esperando los niños en el parque del Retiro. Hay que llegar corriendo como sea.
A 400 metros de la meta está mi mujer con los niños. Me pregunta si me los llevo hacia la meta y acepto. Van a entrar conmigo en meta. Van emocionados, pero 400 metros para niños de 7 y 5 años son bastantes metros. Además el ritmo de 4:30 min/km es demasiado alto, y veo al pequeño Javi que quiere ir más rápido de lo que dan sus piernas. Hay que aflojar el ritmo o va a terminar por caerse y yo voy como para recogerlos… si alguno se cae, me van a tener que ayudar los de la organización, porque yo llevo las piernas cuadradas.
(Aquí os dejo la parte del vídeo con los niños y os ahorráis el resto)
Por fin llegamos en 3 horas 10 minutos y 17 segundos. Buen tiempo, he conseguido bajar 22 minutos del año pasado, y lo que me deja más satisfecho es que he mantenido el ritmo desde el principio al final. Estoy roto pero bastante contento. Quizá si pudiera saltar lo haría, pero seguramente las piernas no aguantarían un salto…
Escucho a los niños, “¿van a darte medalla?”. Claro hijos y agua y lo que queramos. Al fin y al cabo, creo que nos lo hemos merecido…
Por cierto, aquí cuelgo los tiempos de paso y la media por kilómetro para que consten, que nunca se sabe si los voy a poder repetir…
Km 5 | 0:23:49 | 4:45 min/Km |
Km 10 | 0:45:49 | 4:34 min/Km |
Km 15 | 1:07:50 | 4:31 min/Km |
Km 20 | 1:29:47 | 4:29 min/Km |
Km 21,097 | 1:34:46 | 4:29 min/Km |
Km 25 | 1:51:39 | 4:27 min/Km |
Km 30 | 2:14:01 | 4:28 min/Km |
Km 35 | 2:35:47 | 4:27 min/Km |
Km 40 | 2:59:27 | 4:29 min/Km |
Km 42,195 | 3:10:17 | 4:30 min/Km |
Finalmente, la pregunta del momento, ¿el año que viene intentamos las 3 horas? Bueno ya veremos, que ahora tengo las piernas tan rotas que me canso solo de pensarlo.
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